SALUDO DEL OBISPO DE BARRANCABERMEJA 25 DE SEPTIEMBRE 2016
SALUDO DEL OBISPO DE BARRANCABERMEJA
25 de septiembre de 2016
Un cariñoso saludo para cada uno y cada una de ustedes.
Estamos a las puertas de la firma de los Acuerdos de la Habana que buscan poner fin a la guerra entre el Estado y las FARC- EP, por más de cincuenta años, con un terrible panorama de muerte y destrucción y en el corazón de los colombianos se siente la necesidad de hacer realidad la estrofa de nuestro himno nacional: Ceso la horrible noche.
Quiero ofrecer algunos criterios de discernimiento para tener en cuenta en este momento tan importante de la historia de Colombia:
- Orientación de fondo: en el corazón de la persona humana se entrelazan indisolublemente la relación con Dios, reconocido como Creador y Padre, fuente y cumplimiento de la vida y de la salvación, y la apertura al amor concreto hacia el hombre, que debe ser tratado como otro yo, aun cuando sea un enemigo (cf. Mt 5,43- 44). (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, No. 40).
- El principio del bien común: según una primera y vasta acepción, por bien común se entiende el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, No. 164).
El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad: ninguno está exento de colaborar, según las propias capacidades, en su consecución y desarrollo. El bien común exige ser servido plenamente, no según visiones reductivas subordinadas a las ventajas que cada uno puede obtener. (cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, No. 167).
- La paz: fruto de la justicia y la caridad: la paz no es simplemente ausencia de guerra, ni siquiera un equilibrio estable entre fuerzas adversarias, sino que se funda sobre una correcta concepción de la persona humana y requiere la edificación de un orden según la justicia y la caridad.
La paz es fruto de la justicia (cf. Is 32,17), entendida en sentido amplio, como el respeto del equilibrio de todas las dimensiones de la persona humana.
La paz también es fruto del amor: la verdadera paz tiene más de caridad que de justicia, porque a la justicia corresponde sólo quitar los impedimentos de la paz: la ofensa y el daño; pero la paz misma es un acto propio y específico de caridad (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, No. 494).
- La violencia no es el camino: la violencia no constituye jamás una respuesta justa. La Iglesia proclama, con la convicción de su fe en Cristo y con la conciencia de su misión, que la violencia es un mal, que la violencia es inaceptable como solución de los problemas, que la violencia es indigna del hombre. La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, No. 496).
- El fracaso de la paz: la guerra: El Magisterio condena la crueldad de la guerra y afirma que resulta un absurdo sostener que la guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado. La guerra es un flagelo y no representa jamás un medio idóneo para resolver los problemas. No lo ha sido nunca y no lo será jamás porque genera nuevos y más complejos conflictos. La guerra se convierte en una matanza inútil que amenaza el presente y pone en peligro el futuro. Nada se pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra (Cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, No. 497).
- Necesidad de la oración: En este camino es necesaria la gracia, que Dios ofrece al hombre para ayudarlo a superar sus fracasos, para arrancarlo de la espiral de la mentira y de la violencia, para sostenerlo y animarlo a volver a tejer, con renovada disponibilidad, una red de relaciones auténticas y sinceras con sus semejantes (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, No. 45).
Que María Auxiliadora nos acompañe en esta hora crucial de nuestra historia.
Afectísimo,
+ CAMILO
Obispo de Barrancabermeja